Adriana Friedman (Educadora e investigadora, Uruguay)
Cuando se piensa en la evolución del juego se debe mirar a la antigüedad, época en la que jugar era una actividad característica tanto de los niños como de los adultos. Los niños participaban en festividades y juegos de adultos, pero tenían al mismo tiempo una esfera separada de juegos. Los juegos se producían en plazas públicas y espacios libres, sin la supervisión de adultos, en grupos de niños de diferentes edades y sexos. Los testimonios de aquella época muestran el acontecer de una vida social infantil rica y dinámica a través de esos juegos. ¿Cuál era el lugar del juego y su significación en la vida de niños y adultos? Varios autores apuntan al juego de aquella época como el más vigoroso elemento de la cultura de la risa, del carnaval y del folklore.
Los juegos eran fórmulas condensadas de la vida, modelos en miniatura de la historia y los destinos de la Humanidad. El juego era un fenómeno social del que todos participaban, y fue sólo más tarde que perdió sus vínculos comunitarios y su simbolismo religioso, tornándose individual. Paralelamente, hubo un proceso de abandono del juego (antes común a todas las edades y clases sociales) por los adultos de las clases superiores, sobreviviendo entre los niños de esas clases y el pueblo. Cuando no abandonados, los juegos fueron transformados.
Los procesos sociales y civilizadores de producción, que dieron forma a la sociedad industrial moderna y al orden social burgués, conformarían, asimismo, a la infancia y al juego contemporáneo. Dos factores tuvieron, sobre todo, un importante papel: la segregación de los niños en un grupo separado de la vida adulta, y la institucionalización de la infancia, empleando la actividad lúdica como un instrumento. La segregación de los niños transformó sus relaciones y afectó la institucionalización de su desenvolvimiento y educación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario