EL JUEGO Y LA EDUCACIÓN SEXISTA

María de Borja i Solé (Profesora e investigadora, España)

El juego, igual que el lenguaje, es una constante antropológica que encontramos en todas las civilizaciones y en todas las etapas de cada civilización. Es inconcebible un período de la Humanidad sin juego, y a lo largo de la historia lo vemos unido a conceptos tan complejos como los de “rito”, “sagrado” o “religión”. Para nosotros el juego está conectado con la risa y la diversión. Los niños mientras juegan ríen con frecuencia. El juego-humor, o sea, la actividad del juego en que interviene la risa como elemento, es una actitud de liberación; el placer y goce son esenciales en ella. El juego, más que una forma especial de actividad con características propias, puede considerarse como una actitud, a la que va unida un cierto grado de elección, una ausencia de coacción por parte de las formas convencionales al usar objetos, materiales o ideas. 
          El juego ocupa, dentro de los medios de expresión del niño, un lugar privilegiado. No podemos considerarlo sólo como un pasatiempo o diversión; es también un aprendizaje para la vida adulta. En el juego el niño aprende a conocer su propio cuerpo y sus posibilidades, desarrolla su personalidad y encuentra un lugar en la comunidad. Poder jugar permite tratar externamente situaciones placenteras y displacenteras. 
           El juego, desde el punto de vista del desarrollo de la persona, es una necesidad porque inicia una buena relación con la realidad, y porque de forma placentera introduce en el mundo de las relaciones sociales. El juego no es ni una total sumisión a los imperativos de la realidad, como el trabajo, ni tampoco una alucinación del entorno social. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario