EL JUEGO Y EL VALOR DE LA REALIDAD

Raymundo Dinello (Pedagogo e investigador, Uruguay)

Siempre que se habla de la niñez y de sus derechos nos viene la idea de un problema del que casi nunca se habla: la parte del tiempo que le concedemos para jugar, y la parte que monopolizamos para la enseñanza de ciertos deberes, para transformarlos en adultos.
Fue durante la Segunda Guerra Mundial que se reconoció a la infancia por sí misma y su valor como un período que tiene su importancia propia, y que no es solamente un corto pasaje antes de la edad adulta. La infancia es, fundamentalmente, una alegría vivida, o ausente, durante los primeros 10 a 15 años de vida de cada uno. Una alegría que sólo recientemente fue tomada en consideración y reconocida por la mayoría de las instituciones que se ocupan de la niñez.            
Mas, desde hace algún tiempo -y de hecho, después que se descubrió la rentabilidad de la infancia y el provecho que había en transformar a los adolescentes en consumidores- muchos estados modernos y algunas empresas encaminan precozmente a la niñez a ciclos de aprendizaje y preparación laboral, determinando así su transformación en un elemento útil para el rendimiento comercial.
Si rápidamente adelanto las nociones de “rentabilidad”, “calidad de vida”, “tiempo para jugar”, “tiempo para aprender”... es porque estoy sugiriendo una confrontación. ¿En qué medida el juego puede ser una actividad creativa? ¿Por qué es diferente al trabajo? ¿En cuánto es diferente a los ejercicios de aprendizaje? ¿Cuándo es educativo?...                            

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