Miguel Longo (Educador e investigador gallego, España)
El juego estimula al niño a la acción, a la reflexión y a la expresión. Las actividades lúdicas le permiten indagar y conocer la naturaleza del mundo social y físico que le rodea, el que va poco a poco estructurando y comprendiendo. Las múltiples características y funciones del juego nos están hablando de sus posibilidades específicas en el ámbito didáctico, ya que la simple función lúdica acompaña siempre un contenido y unas posibilidades de aprovechamiento personal.
Fácilmente puede entenderse que los objetivos de las diferentes áreas de conocimiento curricular en la escuela pueden ser obtenidos mediante el juego, con menos trabajo. Si de la acción y el hecho de jugar pasamos a la consideración de los recursos necesarios para ello -los juguetes- comprobaremos que estos pueden formar parte del material escolar, en competencia con otros materiales y recursos nacidos con intención claramente didáctica.
No hay diferencia entre jugar y aprender, porque cualquier juego que presente nuevas exigencias al niño ha de considerarse como una oportunidad de aprendizaje. En el juego los pequeños aprenden con una facilidad notable porque están especialmente predispuestos para recibir lo que les ofrece la actividad lúdica, a la que se entregan con placer.
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