Cuando se piensa en la evolución del
juego se debe mirar a la antigüedad, época en la que jugar era una actividad
característica tanto de los niños como de los adultos. Los niños participaban
en festividades y juegos de adultos, pero tenían al mismo tiempo una esfera
separada de juegos. Los juegos se producían en plazas públicas y espacios
libres, sin la supervisión de adultos, en grupos de niños de diferentes edades
y sexos. Los testimonios de aquella época muestran el acontecer de una vida
social infantil rica y dinámica a través de esos juegos. ¿Cuál era el lugar del
juego y su significación en la vida de niños y adultos? Varios autores apuntan
al juego de aquella época como el más vigoroso elemento de la cultura de la
risa, del carnaval y del folklore.
Los juegos eran
fórmulas condensadas de la vida, modelos en miniatura de la historia y los
destinos de la Humanidad. El juego era un fenómeno social del que todos
participaban, y fue sólo más tarde que perdió sus vínculos comunitarios y su
simbolismo religioso, tornándose individual. Paralelamente, hubo un proceso de
abandono del juego (antes común a todas las edades y clases sociales) por los
adultos de las clases superiores, sobreviviendo entre los niños de esas clases
y el pueblo. Cuando no abandonados, los juegos fueron transformados.
Los procesos sociales y
civilizadores de producción, que dieron forma a la sociedad industrial moderna
y al orden social burgués, conformarían, asimismo, a la infancia y al juego
contemporáneo. Dos factores tuvieron, sobre todo, un importante papel: la
segregación de los niños en un grupo separado de la vida adulta, y la institucionalización
de la infancia, empleando la actividad lúdica como un instrumento. La
segregación de los niños transformó sus relaciones y afectó la
institucionalización de su desenvolvimiento y educación.
Junto con los
niños también la actividad lúdica fue segregada, para transformarse en trabajo
infantil. Este proceso buscaba dotar al modelo de las características más
racionales y productivas del individuo. La infancia se tornó pedagogizada: el objetivo básico de los
pedagogos dentro de las instituciones y de las familias era crear un nuevo hombre. Documentos de la época
muestran las medidas aplicadas para suprimir la esfera
físico-sensorial-emocional y establecer propiedades racionales, productivas y
disciplinadas de la personalidad.
El juego, considerado como un vicio
en los comienzos de la edad moderna, fue introducido en las instituciones
educacionales como un intento por retornar a esos tiempos pasados. Queriendo
hacerlo útil a la educación, el jugar fue colocado sobre los mismos principios
que sustentaron la idea del nuevo hombre:
era necesario adecuarlo. Ese proceso de pedagogización de la actividad lúdica
fue agresivo, dando origen, aún hoy, a sistemas para la utilización educacional
del juego.
El problema
del crecimiento de los niños en la sociedad contemporánea sobreviene, de hecho,
de que su desenvolvimiento social, las relaciones sociales con los adultos y
entre los propios niños, están seriamente amenazadas por el avance tecnológico.
Numerosos estudios muestran que la sociabilización es tan necesaria al
desarrollo infantil como la alimentación y otros factores que satisfacen las
necesidades vitales. Tales interacciones sociales acontecen mediante el
descubrimiento e interiorización, por los niños, de los sistemas culturales y
sociales que representan las propiedades determinadas históricamente por el
hombre. Así, por ejemplo, los niños que conviven en una comunidad o institución
van progresivamente, a través del intercambio con otros, interiorizando los
valores e ideas del grupo. Cómo el niño
logre incorporar esos elementos en su personalidad dependerá del carácter de
esas interacciones, así como de la naturaleza y variedad de los intercambios
sociales de que pueda disponer.
El juego tiene un
papel especial y significativo en las interacciones niño-adulto y niño-niño.
Cada generación de niños transforma juegos antiguos al tiempo que crea sus
propios, específicos. Así, usando lo antiguo y lo nuevo, cada generación tiene
sus propias características y patrones de sensibilidad. En la sociedad infantil
la actividad lúdica es la forma a través de la cual esa sensibilidad potencial
es liberada y modelada, lo que otorga a dicha actividad un papel importante en
las relaciones culturales y sociales.
El juego consiste,
básicamente, en un sistema que integra la vida social de los niños. Se
caracteriza por ser transmitido de forma expresiva de una generación a otra, o
aprendido en los grupos infantiles, en la calle, parques, escuelas, fiestas...
e incorporado por los niños de forma espontánea, variando sus reglas de una
cultura a otra (o de un grupo a otro); cambia la forma, pero no el contenido
del juego, el cual se refiere a los objetivos básicos de la actividad. Así, los
juegos forman parte del patrimonio lúdico-cultural, traduciendo valores,
costumbres, formas de pensamiento y de enseñanza.
Dentro de las
causas más significativas de transformación del jugar durante el presente siglo
en las grandes ciudades se destacan:
·
Una
significativa reducción del espacio físico: con el crecimiento de las ciudades
y la falta de seguridad, los espacios lúdicos se vieron seriamente amenazados y
disminuidos.
·
La
reducción del espacio temporal: dentro de la institución escolar el juego fue
dejado de lado en beneficio de otras actividades consideradas “más
productivas”. En el contexto familiar, tanto los cambios en el papel de la
mujer, orientada al trabajo, como el gran espacio ocupado por la televisión en
el quehacer cotidiano infantil, así como por otras actividades
extracurriculares, constituyen aspectos significativos en la disminución del
estímulo para jugar.
·
El
incremento de la industria del juguete coloca en el mercado objetos muy
atrayentes, transformando las interacciones sociales en las que el objeto pasa
a tener un papel relevante.
·
La
propaganda, que contribuye al incremento del consumo de juguetes
industrializados en el mundo infantil.
Tanto dentro de la escuela como
fuera de ella el jugar ha sufrido esas transformaciones. Dentro de la escuela
el juego integra un espacio de trabajo: el juego libre pasa a ser considerado
como una actividad no productiva. Fuera de la escuela, en diferentes contextos,
la tendencia es similar. La modernización llega a los puntos más lejanos a
través de los medios de comunicación, sin que paralelamente sea garantizado el
acceso a lo que ellos divulgan. Tales transformaciones no pueden ser negadas.
Se debe, pues, pensar en cómo es posible actuar para cambiar los aspectos
negativos de la realidad lúdica actual: la falta de espacios, la falta de
tiempo, en fin, la falta de oportunidades de jugar.
- Adriana Friedman (Educadora e investigadora, Uruguay)
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