LUDOLOGÍA


La Ludología es una nueva disciplina orientada a la formación de ludólogos. Para conocerla es preciso comprender la Lúdica, que es su objeto de estudio, como recurso insustituible para la satisfacción de la necesidad de desarrollo en los seres humanos, y a la que el ludólogo colombiano Carlos Jiménez Vélez define así:
“La Lúdica, como proceso ligado al desarrollo humano, no es una ciencia, ni mucho menos una nueva moda. Es más bien una actitud, una predisposición del ser frente a la cotidianidad, es una forma de estar en la vida, de relacionarse con ella, en esos espacios en que se producen disfrute, goce y felicidad, acompañados de la distensión que producen actividades simbólicas e imaginarias como el juego, la chanza, el sentido del humor, la escritura y el arte. También otra serie de afectaciones en las cuales existen interacciones sociales, se pueden considerar lúdicas, como son el baile, el amor y el afecto. Lo que tienen en común estas prácticas culturales es que, en la mayoría de los casos, dichas prácticas actúan sin más recompensa que la gratitud y felicidad que producen dichos eventos”.
De las definiciones dadas, se pueden establecer los objetivos esenciales de la disciplina:
·         Contribuir al multifacético desarrollo humano en lo físico y lo mental, y tanto en lo individual como en lo social, lo cual infiere superiores niveles en la calidad de vida.
·         Propiciar el ejercicio de la libertad mediante acciones placenteras con contenido educativo y formador en valores humanos.
·         Garantizar, desde la familia, los procesos de inclusión social de las personas de todos los grupos etarios, para la estructuración y consolidación del sentido de pertenencia, la participación colectiva responsable, y la solidaridad.
·         Desarrollar aptitudes y capacidades para el conocimiento y la creatividad, el razonamiento lógico y la toma de decisiones mediante estrategias de pensamiento que permitan afrontar exitosamente los cotidianos retos de la existencia.
·         Estimular los procesos de interacción y comunicación social entre las personas, mediante el desarrollo de una efectiva inteligencia emocional y capacidad sensorial para la vivencia de experiencias significativas, basadas en una interpretación holística de la sociedad humana.
·         Promover la comprensión de la condición humana cual máxima creación de la Naturaleza, y la verdadera significación de la Divinidad como la esencia energética y espiritual del hombre, que le permite trascender en tiempo y espacio, con la aceptación de que “todos somos uno, indisolublemente unidos a cuanto existe en el Universo”.
Si como propone la Ética filosófica, aspiramos a una Humanidad mejor, formada por hombres y mujeres que hoy son niños y niñas, debemos asegurarles que se formen adecuadamente, del modo que sólo la actividad lúdica puede lograr, a fin de alcanzar, con cada generación, un escalón superior en el perfeccionamiento de la condición humana, en pos de convertirnos en seres cósmicos, en los verdaderos habitantes del Universo.
Para la Filosofía todo comienza con la necesidad. Como categoría filosófica, la necesidad surge de la esencia, de la naturaleza interna de un fenómeno en desarrollo. Es algo constante y estable para todo proceso determinado, y por tanto es condición universal de la existencia material, a la que está sometido todo cuanto existe. En el caso de los seres vivos, como necesidad vital ella se manifiesta a través de dos formas concretas e intrínsecamente relacionadas: la necesidad de subsistencia y la necesidad de desarrollo. La primera rige la acción de los organismos individuales en su lucha por la supervivencia, como son los actos de la alimentación, defensa, descanso, etc., por lo que tiene un marcado carácter ontogénico.
La necesidad de desarrollo, por su parte, rige sobre todo la acción de los organismos en función de la preservación de su especie, como son los actos de la reproducción y los evolutivos en general, por lo que tiene un esencial carácter filogénico.
La solución de la necesidad, en su doble vertiente, la consiguen los organismos vivos mediante su actividad. Y es justamente en este punto donde concurren las diferencias sustanciales que califican a los diversos estadios biológicos. La primera de ellas radica en la clasificación de los seres vivos en vegetales y animales. Mientras para los primeros en términos generales las manifestaciones de su actividad orientada a la satisfacción de ambos tipos de necesidad transcurren sobre todo en el marco de su individualidad, para los segundos están regidas por una condición cualitativamente diferente y superior, al requerir tanto de la acción individual como de la grupal.
Otra gran diferencia tiene que ver particularmente con el comportamiento sensorial de las especies animales, en una escala que va desde las formas más primitivas hasta las más evolucionadas, representadas por el ser humano. Y en este caso es preciso definir primeramente dos conceptos: lo instintivo y lo consciente. La actividad instintiva responde a impulsos naturales, determinados por factores absolutamente biológicos y por tanto hereditarios, sin la presencia de reflexión como condicionante previa. Por su parte, la actividad consciente requiere de una intencionalidad reflexiva como condición inicial, lo que implica la toma de conciencia sobre la acción y sus resultados.
En los animales la actividad será siempre instintiva, tanto la orientada a la satisfacción de la necesidad de subsistencia, como a la de desarrollo. En el ser humano, por las superiores facultades de su corteza cerebral, la actividad en una u otra dirección será generalmente consciente, aun cuando puede presentar acciones absolutamente instintivas vinculadas a la supervivencia, como las regidas por el instinto de conservación.
De tal modo, el hombre es el único ser vivo capaz de abordar la solución de su necesidad de subsistencia con un tipo exclusivo y superior de actividad, que es el trabajo. Sólo el hombre trabaja, pues los animales resuelven dicha necesidad mediante acciones instintivas, biológicamente determinadas. Lo que diferencia, por ejemplo, el trabajo del peor arquitecto de la labor de la mejor abeja es que aquel antes de acometer la construcción de un edificio la realizó previamente en su mente, por lo que su actividad es muy superior al permitir la incorporación de soluciones creativas, imposibles de lograr en el panal, instintivamente construido por las abejas, según un patrón transmitido genéticamente.
Y por igual causa, el hombre es el único ser vivo capaz de abordar la solución de su necesidad de desarrollo con un tipo exclusivo y superior de actividad, que es justamente el acto lúdico. Sólo el hombre juega -así como igualmente sólo él tiene acceso al arte, a la risa, a la liturgia religiosa y a la creatividad-, pues incluso cuando estemos en presencia del retozo de los cachorros -sobre todo de las especies más cercanas al hombre por su inteligencia, como los simios, cetáceos y otros mamíferos superiores- tales acciones "ludiformes" no alcanzan la categoría de lúdicas por varias razones: en primer lugar, por carecer de intencionalidad reflexiva y no ser, por tanto, conscientes sino instintivas; también, por no estar presente en ellas el simbolismo lúdico, el "hacer como sí..." que caracteriza al juego en los seres humanos por la capacidad abstracta de su pensamiento, imposible de alcanzar para el pensamiento concreto animal; y finalmente, por estar dichas acciones más vinculadas a la satisfacción de la necesidad de subsistencia que a la de desarrollo de la especie: con tal retozo los cachorros se adiestran para los actos de supervivencia.
Incluso los animales entrenados para el circo, que aparentemente “juegan”, actúan por reflejos condicionados de subsistencia que bien conocen los domadores: la amenaza al castigo en caso de fallar, y la recompensa alimenticia o afectiva, de hacerlo bien; y de ese modo sus acciones resultan un medio para un propósito diferente, lo que contradice la peculiaridad esencial del juego, que le define como un fin en sí mismo, realizado con el único objetivo de la obtención del placer.
En resumen, en los animales la satisfacción de la necesidad de desarrollo responde a mecanismos evolutivos biológicamente determinados, mientras que en el hombre está regida, además y principalmente, por procesos culturales, de los que forma parte el juego.
A lo largo de su existencia el ser humano se empeña en experimentar situaciones vitales que enriquezcan su memoria con recuerdos positivos. Así, cuando en circunstancias adversas se ve privado de la posibilidad de actuar según sus intereses y necesidades puede acudir al almacén de su memoria para renacer con el recuerdo y mantener un estado de ánimo positivo.
Los recuerdos atesorados en su memoria son la reserva de energía de la que se alimentará posteriormente, para vivir cuando le falten tales vivencias, de la misma forma en que se nutre de la energía acumulada en sus células cuando carece de alimentos. Pero esa reserva energética espiritual se agotará si no se la renueva constantemente con otras experiencias vividas.
Cuando el ser humano comprende que ya no puede seguir alimentándose de sus recuerdos, que la energía acumulada en su memoria está agotada, cae en un estado de agonía existencial, y en consecuencia tendrá ante sí dos alternativas: o languidecer en la inactividad, o lanzarse con pasión a la búsqueda de nuevas experiencias para seguir viviendo.
Semejante decisión es la que marca las fronteras entre la juventud y la vejez, y es la esencia de la función recreativa del juego, función que adquiere una gran importancia en el tratamiento ludoterapéutico a cualquier edad, pero, sobre todo, cuando se trata de la ancianidad, donde los aportes físicos y psicológicos de la actividad lúdica contribuyen a reforzar la autoestima, las capacidades funcionales, y sobre todo, el más profundo deseo de vivir…
La Ludoterapia es, por etimología básica, “una forma  de terapia basada en el juego”. Pero esta conclusión no alcanza para precisar las pretensiones de nuestra propuesta. Conviene, por tanto, resumir el alcance tradicional del concepto, y sus diversas aplicaciones en la actualidad.
Terapia es el tratamiento de una enfermedad con distintos medios. Implica el manejo y cuidado del paciente para combatir un trastorno físico o mental. Los tipos de terapias más importantes son: acupuntura, cirugía, radiación, quiropraxis, homeopatía, hidroterapia, hipnosis, medicina, terapia ocupacional, tratamiento de los huesos, fisioterapia, psicoterapia… Existen también tipos específicos de terapias correspondientes a las diferentes enfermedades y trastornos determinados, las más comunes de las cuales son:
Terapia de conducta. Conjunto de métodos de tratamiento psicológico basados en el aprendizaje y dirigidos a sustituir las conductas inadecuadas por otras más adaptadas. El objetivo último de esta terapia es la modificación de conducta. Proviene de los trabajos realizados por el fisiólogo ruso Iván Pávlov y de la Psicología de la conducta. En la década de 1920, con la aplicación de los principios del condicionamiento animal a los seres humanos realizada por el psicólogo John Watson, comienzan a utilizarse algunos métodos de modificación de la conducta. Años después, la psicóloga Mary Cover Jones dirigió algunos experimentos para atenuar los miedos y fobias en los niños. En la década de 1940 el médico surafricano Joseph Wolpe elaboró un tratamiento para eliminar la ansiedad en los adultos.
A partir de ese momento, una serie de investigaciones permitirán consolidar esta modalidad de terapia; una de ellas extiende los principios clásicos del condicionamiento a problemas como la incontinencia o el alcoholismo; otra permite aplicar los principios del condicionamiento operante de B. Skinner a la educación de niños minusválidos en las escuelas y al tratamiento de adultos en los psiquiátricos.
Hoy, las técnicas de modificación de conducta más utilizadas son la desensibilización sistemática (permite tratar trastornos de los que conocemos la causa), la terapia aversiva (para desactivar malas costumbres) y el biofeedback (trastornos de origen físico). Sin embargo, al estar orientadas hacia las conductas observables y no tanto al análisis de sus causas, estas técnicas son rechazadas por numerosos psicólogos.
Terapia de grupo. Concepto que engloba diferentes procedimientos de Psicoterapia en los que el terapeuta trata determinados temas que guardan relación con los problemas de los participantes de un grupo de entre cinco y diez personas. La interacción entre los miembros del grupo es la principal fuente para solucionar los conflictos existentes. Toda terapia de grupo lleva a cabo procesos de dinámica de grupos, que utiliza para ensayar diferentes conductas. Al margen de los procedimientos específicamente terapéuticos, en un grupo existen y se desarrollan múltiples posibilidades de identificación mutua y de reacciones simultáneas entre sus miembros, pero la terapia de grupo ofrece además la posibilidad de probar nuevas formas de conducta en el grupo, y comparar las reacciones individuales con las de los otros miembros.
Para una terapia de grupo se toman en consideración tanto grupos abiertos, con participantes que varían, como grupos cerrados. La duración de cada sesión difiere según el terapeuta: algunos fijan previamente el final de cada sesión y otros trabajan sin problemas de tiempo. Además de la conversación como eje de la terapia, cobran importancia otras actividades como el psicodrama o la terapia de grupos procedimental. Asimismo, los elementos del análisis transaccional y de la terapia primaria se emplean con mayor asiduidad. Formas particulares de la terapia de grupo son las terapias de familia y de pareja.
Terapia de familia. Concepto global de procesos sociales y psicoterapéuticos cuyo objetivo es tratar problemas de comunicación familiar y desajustes emocionales dentro de la familia. La comunicación problemática dentro de la familia está considerada como una de las causas más frecuentes de problemas psíquicos y especialmente de desviación de conducta en los niños. Al igual que en las demás terapias, en la de familia resulta decisivo para el éxito final establecer al comienzo un diagnóstico cuidadoso.
El objetivo es mejorar la estructura de comunicación y el ambiente emocional. Los conflictos entre hermanos son uno de los principales problemas familiares y a menudo los padres no logran entender sus causas, por lo que no cabe esperar gran ayuda por su parte para la resolución. Al contrario, la situación familiar puede empeorar por reacciones inadecuadas frente a las rivalidades entre hermanos, dando lugar al agravamiento de los problemas e incluso a la aparición de conflictos entre los padres.
Por lo tanto, resulta fundamental analizar en primer lugar la situación de la familia. Es importante que todos sus miembros tengan la oportunidad de presentar sus expectativas a los demás, comentar sus experiencias emocionales conflictivas, y expresar su concepto de convivencia positiva. Bajo la dirección experta del terapeuta familiar, este puede intentar crear un ambiente familiar abierto desde el punto de vista de la comunicación y positivo desde el punto de vista emocional, en el que resulte posible entender y solucionar los posibles conflictos.
Terapia de pareja. Conjunto de métodos y técnicas cuya finalidad es mejorar las relaciones de una pareja y resolver sus conflictos bajo la dirección de un terapeuta. Forma parte del amplio mundo de la terapia de familia y, consecuentemente, existe un gran número de escuelas (conductista, psicoanalista, sistémica, estructural, humanista, entre otras) que tienen diferentes supuestos, lenguajes, criterios, técnicas y sistemas de tratamiento, así como distintas visiones de las necesidades de desarrollo del aprendizaje social y de las psicopatologías.
Todas ellas coinciden en la importancia que representa la comunicación en la vida de una pareja y la necesidad de expresar adecuadamente los sentimientos para poder reconstruir una relación gratificante. Su intervención irá encaminada a mejorar las habilidades técnicas y estratégicas que se ponen en juego en la interacción social. Para su puesta en práctica es necesario el compromiso personal de los implicados, que pueden recibir el tratamiento de forma individual o en grupo.
Terapia ocupacional. Tratamiento paramédico que implica una actividad útil planeada, que favorece la recuperación de las personas afectadas por una enfermedad mental o una incapacidad física, que algunas veces aparecen tras un accidente. Este tipo de terapia es proporcionada por un terapeuta ocupacional bajo la dirección de un médico. Considerada en su origen como una forma de ocupar el tiempo de los pacientes en periodo de convalecencia, en la actualidad la terapia ocupacional se ha convertido en un programa de actividades de trabajo que se seleccionan por su valor físico, mental, emocional y vocacional.
El trabajo del terapeuta está basado en la valoración que realiza el médico sobre el diagnóstico, pronóstico, personalidad y limitaciones físicas y emocionales, así como en los objetivos que se persiguen. Con frecuencia el terapeuta emplea una forma de rehabilitación vocacional para la que selecciona actividades que tratan de enseñar tareas básicas de la vida diaria a aquellos que nunca las han aprendido, o que las han perdido, como en el caso de quienes han sufrido una amputación, o de aquellos que por otra razón están impedidos físicamente.
 Además, cuando el terapeuta trabaja con pacientes que nunca han tenido un empleo, que han desempeñado tareas que no requerían ninguna técnica, o con aquellos cuyo tipo de trabajo ha de cambiar debido a la incapacidad adquirida, debe también recurrir al uso de pruebas pre- vocacionales y a la orientación. El terapeuta calificado está instruido en actividades como la jardinería, los trabajos manuales, la música, distintos tipos de opciones recreativas, y las artesanías.
Después de determinar la buena disposición del paciente para participar en un campo determinado, el terapeuta utilizará una o más de estas actividades para obtener el resultado deseado. Con independencia de que trate con un enfermo físico o emocional, un paciente crónico, adultos normales, ancianos o niños, el terapeuta desarrolla su trabajo en dos áreas: la funcional y la psicológica.
La terapia funcional se centra en las funciones y disfunciones del sistema muscular y nervioso, y en cómo las actividades planeadas pueden ayudar mejor a desarrollar o restablecer las capacidades sensoriales, motoras y perceptivas. Está indicada en aquellos casos en que la incapacidad física limita las actividades de una persona en términos de cuidados diarios, ocio y trabajo.
El programa de terapia ocupacional se individualiza con el fin de desarrollar y restablecer al máximo la coordinación nerviosa o muscular, aumentar la movilidad de las articulaciones, y fortalecer los músculos dentro de los límites de la tolerancia física del paciente. La terapia funcional también tiene en cuenta las motivaciones de los pacientes para llevar a cabo las actividades con sentido terapéutico.
La terapia psicológica se centra en la realización de actividades útiles planificadas, que proporcionen al paciente triunfos escalonados que le ayudarán a vencer la falta de confianza en sí mismo, la dificultad de enfrentarse al estrés y la depresión. Aquí la terapia ocupacional se centra en obtener un equilibrio entre el trabajo, el juego y el descanso, en maximizar la función independiente, y en considerar al paciente como un sujeto capaz y no como un impedido. Con independencia de si el impedimento deriva de una incapacidad física o de una enfermedad mental, la rehabilitación psicológica del paciente es importante.
De modo que en la literatura especializada hasta el presente, el concepto de Ludoterapia no aparece definido, derivándose su comprensión de la interpretación etimológica de los términos ludo, como juego, y terapia, como tratamiento; esto es: tratamiento mediante el juego. Pero, en la misma aplicación del término radican ya las limitaciones habituales en cuanto al alcance de lo lúdico, identificándolo solo con los juegos infantiles, e ignorándose así que este concepto define a uno de los procesos más abarcadores y omnipresentes de la cultura desde los mismos orígenes de la civilización, donde se manifestó en las primitivas acciones de comunicación social  –danzas rituales, pictogramas, y otras- empleadas como representación simbólica de la realidad.
Lo lúdico está vinculado a la espiritualidad, o mundo interior del ser humano, y  se concreta mediante las formas específicas que asume, como expresión de la cultura en un determinado contexto de tiempo y espacio. Una de tales formas es el juego, actividad lúdica por excelencia. Pero también lo son las diversas manifestaciones del arte, el deporte, el espectáculo y la fiesta, la comicidad de los pueblos, el afán creador en el quehacer laboral -que lo convierte de simple acción reproductiva en interesante proceso creativo-, el rito sacro y la liturgia religiosa y, por supuesto, la relación afectiva y el sublime acto de amor en la pareja humana. En todas ellas está presente la magia del simbolismo lúdico, que transporta a los participantes hacia una dimensión espacio-temporal paralela a lo real, estimulando los recursos de la fantasía, la imaginación y la creatividad.
Tal comprensión permite otorgar a la Ludoterapia con un enfoque desde la Ludología, o Ludología terapéutica, un carácter abarcador de acciones que, como el psicodrama o el psicoballet, se han considerado procedimientos diferentes a la ludoterapia propiamente dicha, aunque tanto el drama como el ballet, como manifestaciones artísticas, son actividades lúdicas como lo es el juego.
De modo que, desde nuestra propuesta, se define a la Ludoterapia como una herramienta de intervención inclusiva y multifacética, que tiene a la Lúdica como su recurso fundamental, definición con la cual identificaremos y aplicaremos el término en lo adelante.
Como toda terapia conductual, ella tiene como objetivo esencial devolver -u otorgar por primera vez- a las personas la certeza y convicción sobre sus plenas capacidades físicas y mentales. Esto es: para el total ejercicio de su propio e intrínseco poder, lo cual se revierte en la elevación de la autoestima y en un mayor disfrute de la existencia.
Muy diversas causas, debidas a trastornos de tipo físico o mental, pueden provocar la necesidad de tratamientos ludoterapéuticos. Las causas físicas se originan en factores genéticos (desde el nacimiento) o en traumas provocados por factores externos (accidentes, agresiones, enfermedades...). Las causas mentales -aunque también pueden tener carácter congénito o deberse a secuelas de traumas externos- comúnmente son el resultado de la vinculación del individuo con su medio familiar y/o social, cuando esto se produce de forma inadecuada y traumática, afectándose de tal modo el desarrollo integral de la personalidad en seres humanos que no presentan deficiencias físicas, por lo que constituyen trastornos adquiridos.
La Ludología terapéutica brinda atención sobre todo a las afectaciones de tipo mental por causas familiares y/o sociales. Esto es, a los trastornos de la personalidad, que pueden presentar las siguientes diversas manifestaciones:
a)    Trastornos en el comportamiento, adquiridos en la infancia y la adolescencia.
b)    Trastornos en el aprendizaje, en las etapas primaria y básica.
c)    Trastornos en la conducta familiar, en la juventud y la adultez.
d)    Trastornos en la conducta social, en la juventud y la adultez.
e)    Trastornos en la integración y el rendimiento, en la esfera laboral.
f)     Trastornos en la inclusión y la comunicación, en lo afectivo y lo conceptual.
Pero, igualmente puede brindar atención a trastornos sensoriales y de motricidad en niños/as y/o adolescentes con necesidades educativas especiales, sobre todo para estimular en ellos los procesos del aprendizaje, la inclusión y la comunicación social.
Por otra parte, las denominadas desviaciones de la conducta, que en ocasiones pueden ser causa de tratamiento ludoterapéutico, por su validación respecto a normas y patrones aceptados en un determinado momento tienen carácter histórico, y en consecuencia es preciso considerarlas según el entorno sociocultural en que se presenten. Por ejemplo: el homosexualismo, que hace un tiempo se calificó como una desviación en la conducta sexual socialmente aceptada para hombres y mujeres -y por tanto muy probable causa de tratamiento terapéutico-, hoy se considera, en la mayoría de las sociedades, un derecho de los seres humanos en su capacidad de elección para el libre ejercicio de la sexualidad, por lo cual dejó de ser un fenómeno traumático y de necesario tratamiento.
Pero, existen desviaciones de conducta que afectan a valores humanos universales e imperecederos -la honestidad, la disciplina social, el respeto, y otros-, por lo que acciones como el alcoholismo, la drogadicción, y la violencia –por citar algunos ejemplos- requerirán siempre de tratamientos terapéuticos, principalmente en empeños preventivos.
El tratamiento ludoterapéutico preventivo tiene la importancia  de detectar, investigar y abordar las causas que generan desviaciones de conducta y/o trastornos de la personalidad justamente cuando comienzan a manifestarse. Esto es, en el inicial entorno témporo-espacial del individuo: durante las primeras edades y en el marco familiar. Más adelante –ya en la adultez- el tratamiento de semejantes conflictos tendrá que ser abordado con el ejercicio de la violencia legal u oficial, lo que inevitablemente provocará reacciones igualmente violentas, condenándose de tal modo a la sociedad a un círculo vicioso de inestabilidad.
Trabajar para los niños y las niñas será siempre trabajar por un proyecto, pues cada niño es incuestionablemente un proyecto de hombre, y cada niña es, igualmente, un proyecto de mujer. Las capacidades, destrezas, aptitudes, actitudes, sentimientos y valores humanos que hoy seamos capaces de inculcar y desarrollar en niños y niñas determinarán al tipo de hombre y de mujer que tendremos mañana.
Los educadores comprendemos cabalmente este principio esencial en todo empeño de construcción humana, y sólo aspiramos a que los diseños de la sociedad contribuyan a hacerlo realidad. Tristemente, en la gran mayoría de los casos a lo largo de la historia, y hasta nuestros días, esto no es así. Las estructuras de poder   –económico, político, social- han preferido reprimir y sancionar  las conductas adultas inadecuadas antes que prevenir efectivamente su aparición desde la infancia.
Y si es así, no necesariamente se debe a la mala voluntad de empresarios, políticos o gestores sociales –lo que también ocurre-, sino sobre todo a la ignorancia o incomprensión de dicho principio; pero en todo caso, a la falta de prioridad de tales acciones en el diseño social, pues aparentemente carecen de rentabilidad material a corto y mediano plazos, y sólo pueden ser valoradas durante el tránsito generacional.
En el mejor de los casos, los sistemas educacionales formales se han empeñado tradicionalmente en la transmisión de conocimientos que aseguren la progresiva adquisición de capacidades, destrezas y aptitudes, obviamente con el propósito esencial de preparar tecnológica y científicamente a los hombres y mujeres del mañana para el rol de productores al que el pragmatismo social les destina.
¿Qué pasa, entonces, con las actitudes, sentimientos y valores humanos? Aunque una concepción integral de la educación formal también considera estos resultados en el proceso docente, es incuestionable que la mayor aportación en este sentido corresponde a las denominadas vías no formales de educación, a través de una gran diversidad de instituciones socioculturales que atienden a personas de todas las edades, nivel escolar y condición social.
La educación no formal es un complemento indispensable del sistema formal que se cumple en las instituciones educativas a los diferentes niveles. Su primera instancia es la familia, donde el ejemplo y autoridad de los padres, abuelos y demás personas mayores ha de ser premisa para la adquisición de actitudes, sentimientos y valores humanos en los pequeños.
Lamentablemente, en las condiciones de la modernidad  la  disfuncionalidad familiar  es una constante que afecta a todas las capas sociales, lo que unido a factores de tipo económico -como las condiciones de pobreza extrema e inestabilidad laboral- anula en gran medida ese importante rol de la familia en la sociedad.
En las grandes ciudades este problema se agudiza, además, por el desenfrenado y en ocasiones caótico régimen de sobrevivencia que imponen la inseguridad ciudadana por los altos índices delictivos, la pérdida de solidaridad y la elevada competitividad predominantes. De tal modo que ellas resultan verdaderas junglas de concreto donde rige la ley del “¡sálvese quien pueda!”.
Es en este contexto donde la comunidad ha de constituirse en el más efectivo recurso para la educación no formal, complementando, y en muchas ocasiones sustituyendo, el así deteriorado papel de la familia, a través de un muy variado sistema de instituciones socioculturales que, desde el ejercicio del juego, el arte, el deporte, la literatura, el intercambio de información, y otras actividades, aseguren los procesos de la comunicación social como forma de interacción educativa, útil y provechosa entre los seres humanos. Un buen ejemplo de ello son las ludotecas.
Pero, hay que tener muy en cuenta que tales acciones no formales sólo podrán transcurrir durante el denominado “tiempo libre” de las personas, pues aquellas otras priorizadas por la sociedad –como el trabajo y el estudio formal (al que se le debe considerar como “trabajo escolar”)- ocupan la mayor parte del tiempo individual y gozan de total presencia en el diseño social, por ser las económicamente rentables a corto y mediano plazos.
Así que el problema de la existencia, y adecuado funcionamiento, de instituciones socioculturales encargadas de la educación no formal se incrementa con la necesidad de que las personas se vinculen a ellas de forma autónomamente condicionada –esto es, durante su tiempo libre-, sacrificando parte de su descanso para disfrutar de dichas ofertas, porque encuentran en ellas satisfacción y placer. Este problema es aún mayor cuando el destino final son niños, niñas y adolescentes. Entonces, será inevitable incorporar a los recursos de dichas instituciones los métodos de la Lúdica. Veamos su alcance a continuación:
a)    Trastornos en el comportamiento de niños y niñas.
Una buena parte de los tratamientos ludoterapéuticos se dirigen al abordaje de trastornos en el comportamiento de niños y niñas, así como de adolescentes, que en general se apartan de los patrones comunes y adecuados para sus respectivas edades. Los padres, en primer término, y los educadores después, someten a los pequeños a un continuo proceso de observación y comparación, llegando a conclusiones sobre su comportamiento respecto a las normas aceptadas, en cuanto a:
·         Motricidad, estabilidad, coordinación, agilidad.
·         Expresividad y comunicación oral.
·         Afectividad, empatía y capacidad de cooperación.
·         Racionalidad y capacidad heurística, para la solución de problemas.
·         Fantasía, imaginación, creatividad y pensamiento lateral.
·         Sentido de identidad y autoestima.
·         Capacidad de recuperación, resiliencia, voluntad y disposición autocrítica.
·         Comprensión y aceptación de las diferencias.
·         Asertividad, control emocional y tratamiento de conflictos.
·         Tendencia general predominante, hacia lo positivo o lo negativo.
Hay que destacar que los trastornos probables en esta esfera del comportamiento, susceptibles del tratamiento ludoterapéutico son, sobre todo, adquiridos durante la infancia o la adolescencia, debiéndose por tanto a causas externas, las mismas que es preciso abordar en las acciones de prevención y/o recuperación. Otras deformaciones en el comportamiento por causas físicas           –genéticas o debidas a traumas-, como es el caso del autismo, o déficits en la actividad mental, requieren tratamiento médico especializado –psiquiátrico-, y la Ludoterapia sólo puede intervenir en ellas del limitado modo que con otros tipos de necesidades especiales.
b)   Trastornos en el aprendizaje, en las etapas primaria y básica.
Sin dudas la mayor preocupación de los padres en cuanto al funcionamiento intelectual de sus hijos es su capacidad de aprendizaje, pues de ello dependerá en gran medida el desarrollo de sus aptitudes y conocimientos, y en consecuencia su preparación para el competitivo mundo adulto, que les espera.  Una de las preguntas que con mayor frecuencia se hacen tanto progenitores como educadores es: “¿Por qué no aprende un niño/a?”. Las respuestas pueden ser diversas, pues las causas son sin dudas multifacéticas; pero en general estarán siempre presentes factores como los siguientes:
·         Falta de motivación respecto a una asignatura, o al proceso docente en general.
·         Incapacidad de concentración, y tendencia a la dispersión del pensamiento.
·         Falta de racionalidad y capacidad heurística, para el planteamiento y resolución de problemas.
·         Dificultades para la lecto-escritura o el cálculo aritmético.
·         Retraso escolar notablemente invalidante.
·         Empleo de métodos didácticos que dificultan la comunicación profesor-alumno.
·         Ausencia de métodos inclusivos y participativos del alumno en el proceso docente.
·         Situación entrópica en las relaciones del alumno con su entorno escolar.
·         Carga docente agobiante y agotadora, en la jornada escolar y aun extraescolar.
·         Influencia de factores externos (personales, familiares, sociales) desestimulantes.
Otros trastornos del aprendizaje provocados por causas físicas –genéticas o debidas a traumas-, como es el caso de déficits en la actividad mental, o afectaciones en la vista, el oído, o el habla, requieren tratamiento médico especializado –psiquiátrico, otorrinolaringológico, foniátrico, oftalmológico…-  y la Ludoterapia sólo puede intervenir en ellos del limitado modo que con otros tipos de necesidades especiales.
c)    Trastornos en la conducta familiar, en la juventud y la adultez.
Todos los enfoques sociológicos coinciden en situar a la familia como fundamento y base de la sociedad, por lo que la estabilidad de esta dependerá, en gran medida, de la armonía  alcanzada en el funcionamiento familiar. De tal modo, la investigación previa al tratamiento ludoterapéutico tendrá que evaluar los siguientes indicadores de trastornos de la conducta familiar, y su influencia en la juventud y la adultez:
·         Existencia de relaciones de subordinación basadas en la economía o la violencia domésticas.
·         Manifestaciones de discriminación de género (machismo, hembrismo, etc.).
·         Incomunicación intergeneracional e irrespeto entre los miembros de la familia.
·         Efectos nocivos del alcoholismo, la drogadicción, juegos de azar, u otras acciones.
·         Promiscuidad y/o práctica de abuso sexual hacia miembros menores de la familia.
·         Exigencias de trabajo infantil con el principal interés de la explotación económica.
·         Ausencia de diálogo y de inclusión participativa en la toma de decisiones.
·         Práctica de acciones delictivas por uno o más miembros de la familia.
·         Conflictos de convivencia intrafamiliar e interfamiliar.
·         Influencia de factores sociales (desempleo, hacinamiento, pobreza extrema, etc.).
Una familia disfuncional no podrá generar sino jóvenes y adultos disfuncionales, cuyas actitudes y comportamientos sociales trasladarán al seno de la comunidad los conflictos y traumas que adquirieron y desarrollaron desde la más temprana infancia.
d)   Trastornos en la conducta social, en la juventud y la adultez.
Todo hombre civilizado gusta de vivir en colectividad. Es sobre todo en la sociedad donde el individuo se realiza como ser humano a partir de la formación recibida, en primera instancia, en su familia. Puede asegurarse que cuanto esfuerzo de perfeccionamiento realiza el hombre va justamente dirigido a alcanzar y consolidar un lugar en el recuento histórico de sus semejantes.
Lamentablemente, no todos lo consiguen de manera positiva, y muchos más que lo deseado siguen caminos de franca confrontación con la sociedad, desarrollando conductas de ilegalidad e indisciplina social,  por lo que será posible encontrar en ellos los orígenes de semejantes conductas en factores como los siguientes:
·         Condiciones de marginalidad económica y social, y falta de oportunidades.
·         Condiciones de disfuncionalidad familiar.
·         Escaso nivel cultural y/o profesional.
·         Poca o ninguna participación en proyectos y acciones de gestión comunitaria.
·         Poca o ninguna participación en actividades recreativas de tiempo libre.
·         Poca o ninguna participación en planes socioculturales y de educación de adultos.
·         Poca o ninguna participación en sociedades profesionales, o hermandades.
·         Poca o ninguna participación en instituciones religiosas y grupos de fe.
·         Concepciones políticas o ideológicas de corte reaccionario y antisocial.
·         Tolerancia, vinculación y/o participación directa en actividades penadas por la Ley.
Si consideramos, muy acertadamente, que la verdadera causa de la indisciplina social está en la insatisfacción social, es evidente que tales desviaciones de conducta es preciso atenderlas sobre todo en sus causas y no en sus consecuencias.
e)    Trastornos en la integración y el rendimiento, en la esfera laboral.
La principal tarea del hombre a lo largo de su existencia es enfrentarse a sus “contrarios” –los factores naturales y sociales que le rodean e influyen sobre su comportamiento-, como resultado de lo cual descubrirá sus limitaciones, se perfeccionará y aprenderá a confiar en sus posibilidades, desarrollando el importante sentimiento de autoestima. Pero también estará, sobre todo en el ámbito laboral, bajo la amenaza que rige allí la conducta de los individuos, provocando trastornos en su integración y rendimientos, de los siguientes tipos:
·         Competición violenta entre los compañeros, por mejores puestos y remuneración.
·         Condiciones laborales de explotación, bajos salarios y ausencia de estimulación.
·         Conductas reproductivas, transitando por vías habituales y seguras de actuación.
·         Falta de racionalidad y capacidad heurística, para el planteamiento de problemas.
·         Poca disposición a la creatividad y la innovación, por temor al fracaso.
·         Acciones discriminatorias de diverso tipo, y abuso de poder por parte de los directivos.
·         Poca o ninguna participación en la toma de decisiones que afectan al colectivo.
·         Agotamiento físico y/o mental extremo por anormales condiciones de trabajo.
·         Sumisión y pérdida de autoestima por las condiciones de subordinación existentes.
·         Ausencia de opciones que propicien actividades de recuperación física y/o mental.
Tales desórdenes en las relaciones interpersonales convierten el clima laboral en un verdadero infierno para quienes deben desempeñarse en él.
f)     Trastornos en la inclusión y la comunicación, en lo afectivo y lo conceptual.
Todos quienes deseamos mirar al porvenir con las expectativas del mejoramiento humano comprendemos la necesidad de generar transformaciones en el terreno de las ideas, que aseguren la vigencia de los más altos valores morales, como la honestidad, la solidaridad y la aceptación de diferencias en las relaciones interpersonales.Tal proceso de transformación tiene, sin dudas, un esencial carácter cultural como campo de expresión de las ideas y de las formas de comunicación entre los seres humanos.
Pero, para que este proceso alcance óptimos resultados es indispensable que exista entre sus participantes una voluntad inclusiva, expresada por los siguientes factores: identidad, para que todos se reconozcan mutuamente y desarrollen los sentimientos de pertenencia; solidaridad, por la dimensión colectiva que propician las acciones de cooperación; participación, al percibir dichas acciones como un peldaño hacia las responsabilidades en las diversas esferas de la vida social. Cuando esto falla, el proceso resultará un “diálogo de sordos”, con traumáticos efectos en las esferas afectiva y conceptual de las relaciones humanas, como los que se relacionan a continuación:
·         Dificultades para la expresividad afectiva y la comunicación con los demás.
·         Escasas empatía y capacidad de integración y cooperación en acciones grupales.
·         Falta de racionalidad y capacidad heurística, para el planteamiento de problemas.
·         Impulsividad y poca capacidad de reflexión en la toma de decisiones.
·         Pobre sentido de identidad, de pertenencia, y autoestima.
·         Insuficientes capacidades de recuperación, resiliencia, voluntad, y autocrítica.
·         Intolerancia, escasa capacidad de comprensión y aceptación de las diferencias.
·         Pobre control emocional e insuficiente asertividad para el tratamiento de conflictos.
·         Tendencia predominante hacia el aislamiento y la incomunicación.
·         Situación entrópica en las relaciones del individuo con el entorno social.
Los efectos en este campo se derivan sustancialmente de los ya vistos como trastornos adquiridos en la infancia y la adolescencia, lo que resulta lógica consecuencia de los procesos traumáticos experimentados durante las primeras etapas de la vida, por lo que un adecuado tratamiento de ellos entonces puede prevenir y evitar su aparición más adelante.
g)   Atención a niños, niñas y adolescentes con necesidades educativas especiales
Los niños, niñas y adolescentes con necesidades educativas especiales son, generalmente, portadores de deficiencias físicas y/o mentales de tipo genético o adquiridas como resultado de experiencias traumáticas vividas (enfermedades, agresiones, accidentes…). Ellos requieren de tratamientos médicos especializados (disciplinas de rehabilitación), y el papel que la Ludoterapia puede jugar se destina, sobre todo, a la estimulación de los procesos del aprendizaje, la inclusión y la comunicación social, siempre con la intencionalidad de mejorar la calidad de vida desde el placer y la recreación. A tales efectos, resultan alternativas de acción propósitos como los siguientes:
·         Potenciar la capacidad de resiliencia y la voluntad para afrontar los traumas.
·         Potenciar al máximo las disponibilidades de recursos de psicomotricidad.
·         Desarrollar los procesos de aprendizaje placentero, desde la Lúdica.
·         Incrementar el sentido de identidad y la autoestima.
·         Estimular el control emocional y la asertividad para el tratamiento de conflictos.
·         Estimular la expresividad afectiva y la comunicación con quienes les rodean.
·         Desarrollar la capacidad de aceptación y tolerancia a las acciones de los demás.
·         Superar y eliminar las tendencias hacia el aislamiento y la incomunicación.
·         Crear empatía y capacidad de integración y cooperación en acciones grupales.
·         Impedir la acción adversa de factores externos como sobreprotección, lástima, etc.

  • Pedro Fulleda Bandera (Ludólogo, Educador, Comunicador social, Cuba)

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