La pedagogía
debe dejar de ser, para nosotros los educadores, una simple fuente de
metodologías de enseñanza; una especie de área de apoyo en la educación,
productora de fórmulas mágicas para que nuestras clases "salgan
mejor". Ésta es una función demasiado trivial para una disciplina
académica que, al igual que las demás, se sustenta sobre importantes bases de
conocimiento adquirido a partir de la teoría acerca del conocimiento y el
aprendizaje, de la documentación de experiencias prácticas, de la
experimentación y de la investigación empírica, tanto cuantitativa como
cualitativa.
En su afán de
adquirir estatus como disciplina académica, la pedagogía también debe dejar de
crear discursos no sólo ininteligibles para otras disciplinas, probablemente
por la intención de emularlas, sino de muy poco interés para el maestro que
enfrenta el problema diario del aprendizaje de aquellos que han puesto en él su
confianza y su esperanza de avanzar en el conocimiento. Propongo que entendamos
la pedagogía como una disciplina que se mueve entre la teoría y la práctica, y
que debe valerse de la primera para crear formas de mejorar la efectividad de
la segunda en el aprendizaje de las personas, por medio de la experiencia y la
investigación, de cualquier naturaleza que ésta sea.
Puede que esto
sea más fácil si consideramos que toda práctica pedagógica, aun cualquiera que
usemos actualmente y hayamos usado como maestros, responde a concepciones que
mantenemos, normalmente, en el cuarto de atrás de nuestra mente cuando
decidimos cómo conducir el aprendizaje de nuestros alumnos. ¿Qué preferimos
hacer cuando enseñamos? Si preferimos preparar y poner en escena una
presentación lo más clara posible de conocimientos que consideramos importantes
para quienes aprenden, probablemente nos basemos en concepciones específicas
sobre el aprendizaje, la enseñanza, la disciplina que manejamos y los roles de
quienes intervenimos en la escena.
Posiblemente
creamos que aprender y enseñar son acciones que responden a un modelo básico de
transmisión y recepción de conocimientos entre quien los posee y quien no los
intuye siquiera. Posiblemente pensemos, entonces, que nuestra disciplina es un
conjunto dado y transmisible de conocimientos. Aun si creemos que no es
propiamente esto, sino un conjunto de habilidades o competencias para hacer
cosas en el mundo, probablemente estemos convencidos de que para lograrlas es
necesario -primero- acumular unos
conocimientos básicos, generalmente de naturaleza 'teórica' y observar a los
expertos (nosotros) utilizarlos.
Estas
concepciones, a su vez, nos llevan a las de los roles: nosotros, transmisores
de lo que sabemos; los aprendices, receptores cuya responsabilidad es entender
y demostrarnos que lo han hecho. Ellos, por supuesto, serán más o menos capaces
de comprender según nuestra concepción acerca de su habilidad o inteligencia,
probablemente un nivel determinado de una capacidad innata. A la hora de la
práctica, nuestra responsabilidad se limitará a ser lo más claros posibles al
presentar la información, mientras que la de quien aprende es trabajar
normalmente, "estudiar", para luego demostrar comprensión en
evaluaciones que también corresponderán a nuestras concepciones sobre el
conocimiento y sobre nuestra disciplina.
Si por el
contrario, hemos entrado ya en la "enseñanza activa", posiblemente
seguimos estando convencidos de la responsabilidad de quien aprende en su
propio aprendizaje, pero buscamos más claramente ver que trabaje para lograrlo.
Puede que todavía concibamos el aprendizaje como intercambio de información
entre fuente y receptor, pero ya no nos vemos a nosotros mismos como fuente
única, ni siquiera principal. Sin embargo, es posible que todavía entendamos
nuestra labor como la de solucionar los problemas del conocimiento por nuestros
alumnos. Cambiar concepciones es difícil, y más lo es acomodar las prácticas a
concepciones nuevas. Más comúnmente cambiamos prácticas, si somos lo
suficientemente osados para ensayar cosas nuevas y, obviamente, si pensamos que
el cambio se necesita por alguna buena razón. Pero nuestras concepciones sobre
lo que es y cómo ocurre el aprendizaje y sobre nuestra propia disciplina no
cambian al mismo tiempo, de modo que seguimos jugando el mismo papel de
"dadores" de conocimiento.
No es
suficiente acogerse a la "pedagogía activa" para buscar nuevas rutas
de aprendizaje para nuestros alumnos. Hay que recordar que la llamada Escuela
Activa de Enseñanza proviene de finales del siglo XIX, a partir de desarrollos
pedagógicos prácticos de grandes observadores del aprendizaje infantil como
Ovidio Decroly, Johann Herbart, Celestin Freinet y María Montessori, quienes
notaron que los niños ejercen naturalmente su curiosidad de saber, en sus
actividades propias. Es de ellas de donde debe partirse para ayudarlos a buscar
vías para llegar a conocer. De aquí viene el gran interés de la educación en el
juego como forma de aprender y la concepción, por fin explícita en la historia
de la pedagogía, del aprendiz como agente y no sólo como receptor del conocimiento.
Pero el
pensamiento y el conocimiento que pueden alimentar la práctica pedagógica han
avanzado mucho a partir de este movimiento de la actividad del aprendiz, que
comenzó con niños pequeños y parece haberse quedado circunscrito a la pedagogía
infantil durante mucho tiempo, para aparecer últimamente como lo nuevo en
pedagogía en su extrapolación a la enseñanza de aprendices mayores. Porque
todavía la pedagogía activa se interesa por la enseñanza. Pero los adelantos
más importantes en la pedagogía actualmente se relacionan con la comprensión
que ahora tenemos de qué es y cómo ocurre el aprendizaje; y la investigación y
las teorías más útiles para esta comprensión son probablemente las que
componen, hoy en día y desde muy diversos puntos de vista, lo que se denomina
el constructivismo en educación. Y es
que el constructivismo emerge como valiosísimo soporte para las decisiones
pedagógicas al ayudarnos a concebir el conocimiento y el aprendizaje de maneras
nuevas y más identificables con nuestras propias experiencias efectivas de
aprendizaje y conocimiento.
Si pensamos en
aquello en lo que realmente nos consideramos "buenos" hoy en día y
analizamos las diversas formas como llegamos a serlo, probablemente entendamos
cómo hemos construido esos conocimientos, que seguramente no son teóricos, sino
que se plasman en acción a la vista de todos y en constante perfeccionamiento,
con el apoyo permanente de muchas personas y de muchos medios que hemos
utilizado con autonomía. Al ayudarnos a entender el aprendizaje en formas
novedosas y auténticas, el constructivismo puede ayudarnos a crear ambientes
que favorezcan procesos diferentes a los que hemos imaginado hasta ahora desde
los ámbitos educativos. Nos obliga a concentrarnos ya no en lo que nosotros
como maestros debemos hacer para que aprendan nuestros alumnos, ni en lo que
debemos "poner a hacer" a los alumnos, sino en las formas como
debemos relacionarnos los protagonistas entre nosotros, con otros participantes
y con multitud de medios y herramientas, en un proceso paulatino de comprensión
en la acción.
El
constructivismo es un conjunto de concepciones sobre el aprendizaje, que
provienen de dos teorías básicas del desarrollo cognoscitivo (Piaget, 1970;
Vygotsky, 1978). Como conjunto de concepciones nos proporciona una base sólida
para entender que el aprendizaje ocurre permanentemente en las personas en sus
medios de socialización y no es un fenómeno exclusivo de la escuela y de las
aulas; y es que el constructivismo no es una teoría educativa ni pedagógica en
su base.
Sin embargo, a
nosotros los maestros nos aleja de un número limitado y limitante de las
llamadas "metodologías" de enseñanza-aprendizaje propias de los
salones de clase, para imaginar una enorme variedad de ambientes efectivos de
aprendizaje, en las aulas y fuera de ellas, que realmente estimulen el
acercamiento significativo y útil al conocimiento y su utilización. Si como
maestros podemos hacer esto, también podremos evaluar críticamente las
propuestas "metodológicas" que otros produzcan para el aprendizaje en
nuestras disciplinas. Las concepciones constructivistas pueden llevarnos a la
actividad de creación pedagógica que debe convertirse en natural para nosotros
como maestros: formular y tratar de contestar unas preguntas básicas sobre cómo
dar verdadero soporte al aprendizaje de nuestros alumnos.
Las
concepciones constructivistas… y una propuesta de preguntas
Proceso constructivo:
Piaget (1970)
localiza el conocimiento en la relación entre la experiencia que se tiene con
la realidad del medio circundante y las estructuras de pensamiento que se van
desarrollando a partir de ella, para adaptarse al mundo. Sentó las bases para
entender el desarrollo cognoscitivo como un proceso del cual depende el
aprendizaje, en oposición a la visión tradicional de aprendizaje como efecto
inmediato de la transmisión proveniente de otros.
Pero Vygotsky
(1978) les devolvió a los otros, como parte del ambiente y la experiencia que
rodean al individuo, el poder que logren tener sobre el aprendizaje humano,
desde una visión de naturaleza sociocultural. Indicó, al contrario de Piaget,
que el aprendizaje es condición para el desarrollo cognoscitivo y que requiere
la asistencia de otros que ya han construido desarrollos más avanzados. Definió
el aprendizaje como fenómeno que ocurre en una "zona de desarrollo próximo", en la cual el aprendiz puede
resolver, con la ayuda de socios de aprendizaje más avanzados, problemas más
complejos de los que resolvería solo.
A partir de
estas teorías básicas, las visiones constructivistas actuales han relacionado
el aprendizaje con la comprensión como capacidad creciente de acción con lo que
se aprende (Perkins, 1997). Además es más claro hoy en día que quien aprende
utiliza todo tipo de experiencias para ir comprendiendo lo que aprende
paulatinamente y que el proceso no es lineal, sino que en él se avanza y se
retrocede permanentemente (Rogoff, 1996).
El proceso de
aprendizaje de un concepto, tema o habilidad, probablemente no tiene fin.
Siempre se puede entender mejor o más, hacer más relaciones significativas
entre lo que se "sabe" por experiencias previas, los conceptos nuevos
y las nuevas experiencias, e inclusive cambiar comprensiones previas por otras
más efectivas, consistentes y complejas. Así, el constructivismo actual habla
de procesos en los que quienes aprenden, y también sus pares y sus guías más
avanzados, actúan todo el tiempo en ambientes ricos en los que viven experiencias
que les facilitan hacer cada vez más compleja su comprensión de lo que sea que
estén en proceso de aprender, a medida que la demuestran en la acción.
¿Puede
diseñarse una serie de experiencias a lo largo de las cuales un grupo de
personas vaya avanzando en su comprensión de algo, haciendo cosas y no
simplemente recibiendo información?
Aprendizaje previo:
La experiencia
produce aprendizajes que están vigentes mientras no entren en conflicto con
experiencias nuevas. La construcción de significado empieza en el individuo a
partir de lo que ya sabe sobre aquello que aprende. Toda persona que aprende
algo, probablemente, tiene ya una porción de conocimiento construido sobre ello
a partir de las experiencias anteriores que ha vivido. Pero ese conocimiento ya
"adquirido" puede ser parcial, incorrecto o ingenuo en cualquier
momento de la vida (Gardner, 1991). Tanto en el aprendizaje previo como en cada
paso del proceso de construcción de nuevo conocimiento puede haber
comprensiones erróneas o incompletas. Si el conocimiento resulta de la relación
entre unos saberes previos y unos nuevos (Savery y Duffy, 1996; Coll et al.,
1993), tanto cometer como identificar y corregir errores resultan eventos
importantes en el proceso de aprender. Cuando aprender se concibe como proceso
permanente y continuo, el error es una oportunidad de entender la comprensión
actual y eventualmente modificarla (Carretero, 2001; Coll et al., 1993).
¿Cómo puede
usarse el conocimiento previo de las personas que aprenden dentro de las
experiencias de aprendizaje que vayan viviendo, y lograr que vayan ajustándolo
a comprensiones cada vez más complejas y adecuadas?
Desempeño:
A partir de
Piaget se argumenta que entender es poseer representaciones, imágenes o
estructuras mentales "adecuadas". Perkins (1997) en cambio, argumenta
que la comprensión no necesariamente está ligada a las representaciones
mentales, pero sí se traduce siempre en flexibilidad de desempeño. Con esto
destaca la importancia de basarse en desempeños o acciones tanto para construir
como para plasmar la comprensión en desarrollo de quien aprende.
Como se
desprende de los principios anteriores, y aun de las ideas de Piaget (1970), se
construye aprendizaje al ejercer acciones sobre el medio. Igualmente, se hace
visible lo que se va aprendiendo, tanto para quien aprende como para otros, en
desempeños que demuestren su uso en el logro de productos diversos. Según
Perkins (1992, 1997), el verdadero aprendizaje se traduce en poder pensar y
actuar de manera flexible, en contextos diferentes, con aquello que se va
aprendiendo (Perkins, 1997).
¿Pueden
diseñarse actividades en las que quienes aprenden tengan que hacer una variedad
de desempeños o desarrollar una variedad de acciones y/o productos para
aprender, no sólo para facilitar la evaluación del aprendizaje?
Desempeños auténticos:
Los desempeños
que mejor pueden constituirse tanto en medios como en objetos de aprendizaje en
diferentes disciplinas son reconocibles a partir del análisis de los problemas
y modos de pensar propios y necesarios para la vida diaria y de los desempeños
propios de especialistas de diferentes tipos que practican o utilizan cada
disciplina en el mundo real. Estos desempeños revelan tanto problemas como
modos de pensar propios de los campos disciplinares teóricos y de las
disciplinas aplicadas. Son, pues, desempeños auténticos (Perrone, 1997; Boix
Mansilla y Gardner, 1997; Hetland, Hammerness, UngeryWilson, 1997).
Buenos ejemplos
de desempeños auténticos son los lingüísticos. La discusión en grupo, por ejemplo,
constituye un desempeño o conjunto de desempeños que manifiesta los diferentes
niveles de comprensión de los participantes, a la vez que constituye una forma
de avanzar en la construcción de comprensiones individuales cada vez más
complejas a partir de la confrontación de comprensiones diferentes. Los
desempeños lingüísticos como éste o como la producción de textos orales o
escritos pueden bastar para estimular y demostrar algunos aprendizajes en áreas
como el análisis literario o el histórico.
Pero en el
lenguaje, en la literatura, en la historia y en todas las demás áreas
académicas, es probable que sea necesario llegar hasta la práctica con acciones
específicas, la producción de objetos y obras de distinta naturaleza, el logro
de propósitos o la planeación individual o en equipo, ejecución y evaluación de
proyectos de diversa índole. El principio específico de los desempeños
auténticos cambia así la concepción de lo que debe ser una actividad de
enseñanza-aprendizaje, que tradicionalmente gira alrededor de situaciones y
problemas artificiales y lejanos de la realidad de la vida y de las
disciplinas; cambia la idea de tarea de aprendizaje que sólo funciona en los
salones de clase.
¿Los desempeños
que tengan que realizar las personas que viven experiencias de aprendizaje
pueden tener que ver con la vida real o parecerse a los que realizan los
expertos que usan una disciplina determinada dentro de su quehacer real?
Interacción social:
La construcción de aprendizaje es
individual y produce resultados visibles en desempeños individuales, pero el
proceso ocurre naturalmente y se estimula en la interacción con otros y en la
producción en colaboración con otros. Los demás son parte importantísima del
medio en que se desenvuelve quien aprende y, por ende, de su aprendizaje
permanente (i.e. Vygotsky, 1978; Perkins, 1992; Bruffee, 1999; Brown en De
Miranda y Folkstead, 2000; Dickelman y Greenberg, 2000; Savery y Duffy, 1996),
¿Durante las experiencias de aprendizaje que diseñemos, quienes aprenden pueden hacerlo con otros y de otros, interactuando y comparando comprensiones?
¿Durante las experiencias de aprendizaje que diseñemos, quienes aprenden pueden hacerlo con otros y de otros, interactuando y comparando comprensiones?
Conclusión:
Adoptar
principios constructivistas como concepciones tras nuestras decisiones
pedagógicas nos ayuda y también nos obliga a crear ambientes de aprendizaje con
características especiales. En ellos, los aprendices deben enfrentarse
permanentemente a desempeños complejos que los comprometan con la verdadera
comprensión; en ellos, deben trabajar desde el principio como verdaderos
científicos, comunicadores, profesionales y ciudadanos constructivos; en ellos,
los aprendices deben poder volver a utilizar aprendizajes anteriores en formas
cada vez más elaboradas, conectadas y complejas; y en ellos deben expresar
permanentemente sus ideas, usarlas para producir acciones y productos y
confrontarlas con las de los demás y con las elaboraciones que los demás hagan
de ellas.
¿Es posible esto en nuestros salones de clase y/o fuera de ellos, para
lograr aprendizajes que interesen en nuestras disciplinas? ¿Cómo se vería?
Claudia Lucía Ordóñez ( Directora del Centro de Investigación y Formación en Educación, CIFE, Universidad de los Andes).
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